dimarts, 17 de febrer del 2009

Rodetes, aigües i literatura

Tenia que fer-ho. No sols perquè era preceptiu sinó perquè realment volia arribar a obtenir allò que representava: la resposta al que s’havia estat plantejant durant molt de temps. Sabia que no era pas fàcil però en el fons ja havia superat altres reptes en diversos àmbits i aquest, tot i ser diferent, no havia de ser superior als demés. O si?

No tenia que demostrar ni mostrar-se en un acte de valentia en si mateixa; tampoc s’havia de resoldre l’assumpte com una qüestió d’una especial intel·ligència, al menys en aquella ocasió en concret, ni li calia afegir res que no li haguessin ensenyat prèviament. Be, així ho creia en aquell moment.

Però... no veia com fer-ho. El problema era com enfocar-ho. La estratègia i alhora el problema era trobar el punt de mira adequat sobre el que desenvolupar allò que tenia entre mans. Un encàrrec al que calia donar resposta. I en Fèlix rumiava i rumiava sobre quina seria la millor forma d’assolir l’objectiu. En tenia prou amb sortir-se’n? No, no n’hi havia prou; calia fer-ho tant be com li sortís i, per tant, sense que allò fos una qüestió de tràmit; de cap manera.

- No Fèlix, no pots considerar-ho com una cosa qualsevol, sinó com una entitat en si mateixa.

-Vols dir? I no serà demanar massa?

- No, saps que no. Pots fer-ho i has de fer-ho; sols cal que et centris en el tema i el consideris des de dos o tres punts de vista per tal d’escollir el que creguis més adient.

- llavors sortirà el que cal que surti?

- De ben segur. Si no et deixes influenciar per coses alienes, veuràs com sí que assoleixes la fita.

Si en aquells moments, tot apartant el cabell i travessant la pell, poguéssim anar més enllà encara i tot depassant la closca entrar en el cervell d’en Fèlix, podríem sentir com els engranatges giraven els un contra els altres per tal de trobar resposta a allò que volia fer.

- La rodeta 18, especialista en conflictes, li deia: tot te un preu.

- La rodeta 44, dubtosa com cap altra, li suggeria: te’n sortiràs?

- La rodeta 23, la que més el comprenia, amiga de donar-li consells, li replicava: anem a pams; ves pas a pas i ordenadament.

I tota la mecànica no parava de girar fent més soroll que aportant solucions. Calia tirar endavant perquè el temps marcat era a prop i l’acte era irrenunciable. Havia donat passos per arribar a aquell punt i ara no podia fer-se enrera.

A aquestes alçades és evident que en Félix te un problema: les idees li brollaven però no pas com un rajolí, una rera l’altre, sinó com espurnes d’un saltant d’aigua, on cada gota és una part del tema i alhora de molts temes, però si s’intenta unir-les de nou no fan la mateixa forma que tenien abans de separar-se del cabal, per tant no reconfiguren el mateix resultat que tenien tot just uns moments abans. En el fons, pensa, que és un “lio” ja que una gota d’aquí i una d’enllà donen un resultat però la mateixa d’aquí amb una del seu costat donen un resultat diferent. I tots són bons i tots són vàlids. Cal trobar una sola solució bona i efectiva.

Es va aixecar a veure un vas d’aigua. Tant saltant d’aigua i tantes gotes li havien fet venir set. Posats a fer, se’n va veure dos.

I de sobte, potser per haver engolit tota aquella aigua i empassar-se de cop totes les gotes que això significava, o perquè les rodetes van encaixar com devien o be perquè Júpiter i Saturn es van encreuar en la immensitat de l’Univers (on no hi ha gotes d’aigua per si soles, però si milions d’estels que be podien semblar gotes caient enmig d’un negre tapís) o be... pel que fos, en aquell mateix moment va saber com actuar, com fer-ho, quin enfoc i quin punt de mira donar-li al assumpte que tenia entre mans. El repte esdevingué una possibilitat per si sola: l’historia que havia d’escriure aniria sobre què pot passar per un cervell, en un moment determinat, per tal de posar negre sobre blanc, a una mida de 12 punts i que ocupessin encara no 3 fulls, a unes 30 línies per full.

I, així, tot d’una, els dits van córrer ininterrompudament sobre el teclat.

dimecres, 21 de gener del 2009

El clafoutis de monsieur Degas (autora: Joana M. Torres)

Jeanne Degas

En Paris, a 24 de mayo de 1913


Distinguida Marquesa de Mont-Flotant:

Tan solo unas líneas para agradecerle la agradable bienvenida de ayer. Como ya les dije, nunca nadie había ofrecido una velada musical en mi honor. Hoy he intentado dar a tío Edgar todos los saludos, pero me presentaron a tanta gente que temo haber olvidado a alguien. ¡Son Uds. tan amables! siempre había imaginado París como una ciudad grande donde la gente a duras penas se conocería; y sin embargo, ayer me hicieron sentir como en casa.

He explicado también a tío que el clafoutis es el postre de moda. ¿Y sabe qué? le ha hecho mucha ilusión: dice que lo tomaban de niños, porque su cocinera era de Limoges. Y ha sido un momento muy bonito porque desde que llegué hace una semana no había conseguido hacerle interesar por algo. Así es que hoy he hecho comprar cerezas, harina refinada y huevos: quiero darle una sorpresa con la receta que Uds. me pasaron.

Le pedí también el dibujo del que Ud. me habló. Dice que, en efecto, se lo llevó al estudio para retocarlo. Pero como la mayoría de las obras están aún por desembalar tal cual llegaron de la rue Massé, aún no he sabido encontrarlo. Le doy mi palabra de que en cuanto lo localice, lo acaba y se lo devolvemos.

Reiterándole las gracias por todas sus atenciones,

*******

Aurore Levy

En Nantes, a 1 de junio de 1913


Mi querida Jeanne:

Llegamos esta mañana perfectamente; podéis quedar tranquilos. Además, me dice David que la producción de galletas está saliendo muy bien. Algo más quería comentarte: aprovechando que has venido a cuidar a tío te invitarán todas, y te pedirán favores. Haces bien en salir, que a mí también me gustó mucho estando soltera, y hay que aprovecha. Que a mal tiempo buena cara; lo he tenido que hacer muchas veces y bien me ha ido. Pero mira qué te quiero decir: te empezarán a pedir que esto y lo otro de tu tío, y que aquí y allá. Y no está el hombre para enredos. Van para 79 los próximos que cumpla. Pero ya digo: mientras quede alguien con tío, tú sal, conoce gente y ponte a la moda.

Ya me han dicho que le lees cada día el periódico y que le haces unas meriendas exquisitas, que tienes muy buena mano para el dulce. Aprovecha que es ésta buena primavera para las cerezas y el clafoutis es muy agradecido. Más cuajado o menos cuajado, pero siempre sale bien. Y con el azúcar en polvo de la fábrica verás que te quedará la masa más fina. Te la haré llegar por Daniel, que tiene tu edad y estará encantado de conocerte.

Sobretodo, cuida mucho a tío (que sé que sí) y cuídate tú también.

Muchos besos de tu tía Aurore,

*******

Eugène de Fontainedorée, Marquesa de Mont-Flotant

En París, a 6 de junio de 1913


Apreciada Mlle. Degas:

Disculpe el retraso en responder a su amable carta, pero como sabrá hemos pasado unos días en Biarritz. El honor fue nuestro al gozar aquella noche de su compañía; qué menos para la sobrina del gran Edgar Degas, el mejor pintor del siglo.

Me sabría mal molestarles con la devolución del dibujo. Dígame qué tardes reciben Uds. Será un placer volver a visitar a su tío, llevarme personalmente el dibujo, y de paso dar cuenta de su clafoutis, que parece empieza a ser también famoso.

Recuerdos a su tío. Quedando a la espera de sus noticias, reciba un cordial saludo,

*******

Tiziana Belleseconde

En París, a 11 de junio de 1913


Carissima Jeanne:

¿Cómo va todo? Su tío, ¿está mejor? Se sabe por todas partes que sí va mejor, y que vuelve a golosinear. También cuando había venido a nuestra casa en Florencia le gustaba mucho el budín que nosotros los toscanos hacemos con la ricotta y las cerezas. Aquí le acompaño uno hecho en un molde de roseta que al volcar queda en esta forma de margarita. Yo espero que le plazca.

Me he encontrado en la sombrerería con la marquesa de Mont-Flotant. En estos días, cuando ella vaya a visitarles, ¿me harían el favor de recibirme también? No quisiera estorbarles, mas debo preguntar a su tío la data en que pintó el retrato de los míos. Es una pequeña curiosidad.

Muchas gracias,
*******

Mary Cassatt

En París, a 15 de junio de 1913


Apreciada Jeanne:

En primer lugar, estoy contenta de que tu tío esté tan bien cuidado. En segundo lugar, debes saber que está aquí en París el matrimonio Bridges. Son los coleccionistas de arte impresionista más importantes de la costa Este y quieren abrir el mayor museo de Arte de los Estados Unidos.

Como pintora y gran amiga de tu tío Edgar, yo sé lo doloroso que es para él desprenderse a estas alturas de unas obras que aún se resiste a desembalar. Pero tú puedes ser muy útil a tu tío; tú puedes ayudarle a proyectar su fama en América. Jeanne, sería muy bueno para él que accediera a vender, ni que fueran 5 o 6 cuadros solamente. ¿Qué tal si me paso mañana a merendar con vosotros para intentar convencerle? Me dicen en la sombrerería que ahora le hace gracia el clafoutis: yo puedo llevar uno con jengibre. ruibarbo y guindas confitadas, como los tomábamos durante todo el año en Boston. Si no dices nada en contra, hasta mañana entonces,
*******

Daniel Levy

En París, a 16 de junio de 1913


Querida mamá:

Llegué bien. Pero ni te imaginas lo pesado que es el tren, y encima cargado con la maleta, el neceser, la cesta de picnic y los sacos de azúcar. Debió ser un espectáculo verme salir del compartimento y subir al coche de punto. Y encima volver hoy a arrear con el azúcar a casa de tío Edgar.

Está apagado, mamá, no se interesa por nada ni participa de la conversación. Dice su sobrina que se pasa el día medio dormitando. Por cierto, que no digo que no sea buena chica y que no cocine bien, pero la cara no le hace justicia. Encima, no sé qué le ha dado con empezar a ordenar el estudio. Ni sé cómo se atreve, porque cuesta incluso poder pasar de la puerta.

Por cierto, mamá, para guardar los cuadernos de dibujo de tío creo que le irían bien algunas latas, las defectuosas de fábrica. Pero por favor, mamá, hacedlas llegar de otra manera. No esperéis a que yo vuelva de Nantes cargando con ellas en el tren.

Un beso de tu primogénito,

P.S.: Estaba también la Cassatt, que te manda recuerdos.

*******


Edgar Degas

En París, a 24 de junio de 1913


Apreciado Dr. Échelle,

Se va uno haciendo mayor y le va alejando la vida de los amigos. Así que le agradezco los saludos que me hace llegar por Jeanne.

Va uno perdiendo las ganas de dibujar y de casi todo y le cuesta entender la vitalidad de estos jóvenes (el mayor de los Lévy y mi sobrina) que ahora la han tomado con ordenar mis obras.

Es como si a uno le ordenaran la vida. ¿Y qué más da cuándo hice un dibujo, u otro que dejé por retocar? Pero aquí vuelve a venir medio París a echar la tarde. Desde luego, cómo se malgasta el tiempo cuando se es joven y le queda a uno tanto por delante.

Sabe lo que le quiero decir, doctor, sin querer resultar grosero. Si Ud. me hiciera el favor de pasarle a mi sobrina unas pautas adaptadas a mi edad y restringir tanta visita, le quedaré muy agradecido.

Reciba mi más cordial saludo por los viejos tiempos,

P.S.: Y sobretodo, prohíbame el clafoutis. Llevo 30 días comiéndolo cada día y me salen las cerezas por las orejas.

Desconcert (Autora: Consol Farré)

La notícia m’ha sacsejat, la mort desapareix. Tothom en parla. La mort deixa d’existir! Així, tal com sona. Sembla ser un fenomen més d’aquest món tan regirat. Amb això de l’escalfament de la terra, la mort se n’ha anat a un altre planeta. Aquesta és una circumstància que canvia molt les coses. Ara, tot serà per sempre. Sona fort, això de l’eternitat. Penso en el meu marit, uf!; aguantar-lo perpètuament... no, no podré pas. Hauré de trobar la manera de resoldre aquesta situació; perquè una cosa és un amic més o menys emprenyador que veus de tant en tant, però l’altra és un senyor que tens a casa i que no marxarà mai més. Perquè si una cosa té clara, en Claudi, és que el matrimoni és per a tota la vida. Ell, que és un home de principis, ho mantindrà, ja ho crec que ho mantindrà. En canvi jo, que no sóc de maneres tan dràstiques, pensava que la mort ho cura tot i que no hi ha res que cent anys duri. També alimentava la idea que els homes viuen menys i, qui dia passa any empeny. I encara més, com que ell està cada dia més xacrós, no pot durar gaire. Però ara, amb això de la desaparició de la mort, tot se’n va en orris. Ja ho deia, la meva àvia, que Déu nostre senyor l’hagi perdonada. “El món està trasbalsat”. Pobra, sort que no ha hagut de viure aquest ensurt, perquè mira que li portà feina preparar-se la mort. Ella ho tenia clar. “Serà l’última festa en què participo”. I va morir com volia, amb un mirament exquisit per tal que estigués tot a punt. La veritat és que no hi va faltar de res, des de l’orquestra al refrigeri. A fe de món que ho recorda tothom, va ser una autèntica celebració.
Amb la desaparició de la mort també es perd un altre ritual. Si continuem així, no sé on anirem a parar. Jo, que sóc de poble, recordo haver anat a vetllar els morts. Era un bon costum, i durava vint-i-quatre hores. A la nit, els homes es posaven en una estança i les dones en una altra. La família del difunt treia galetes i vi bo en un porró, que anava passant de l’un a l’altre. Es feia un repàs de tot i de tothom. Estic segura que el mort ho agraïa, perquè restava acompanyat fins a l’últim moment.
Ara estic ben capficada, no sé com afrontaré aquesta nova circumstància. En primer lloc, se m’acut que, per tal de compensar la presència perpètua del meu marit, potser seria convenient de buscar-me un bon amant. De moment no em sembla pas descabellada, la idea, donat que la cosa va per llarg.

Todo en su sitio (Autora: Carme Deltell)

Ella dibuja en su espalda
-¿Qué es esto?
Él se gira, la abraza y vuelven a besarse. Ella lo rechaza
-Es tarde
Él asiente. Se sienta en la cama y se apoya en la almohada mientras la mira: su espalda, su cabello, sus caderas. Le gusta ver cómo se viste, con movimientos gatunos.
-Hasta el martes. No me llames si no es necesario
Le besa. Con un beso frío, de despedida para siempre o hasta el próximo martes.
Oye sus pasos alejarse por el pasillo del hotel. Duros, seguros. Cuando desaparecen él se viste, rápido, sin cuidado y sale corriendo a buscar el coche.

-Llegas tarde. ¿otra reunión de trabajo?
Besa a la mujer en la mejilla hundida que huele a cocina y le desata el nudo del delantal.
Ella protesta. Es el juego. Él hace, ella protesta, él sonríe, ella ríe y todo vuelve a estar en su sitio. Todo hecho a su tiempo, con sus ingredientes, como sus cocidos, que devoran ante el televisor. ¿te gusta? ¡que bueno! Hay más. Tengo bastante. Y así hasta que acaba el programa y se levantan del viejo sofá y se encierran en su habitación y se desnudan deprisa y sin mirarse. Pero ella hoy tiene hambre, se ha quedado hambrienta de hombre. El beso le ha sabido a poco y el roce de sus dedos al desatar el delantal le ha abierto el apetito. Juegan. Con deseo moderado y en silencio. Ella tiene sed de recuerdos y hurga en su espalda, quiere dibujar corazones, letras. Quiere jugar a adivinar.
-¿Qué es esto?
Ya es tarde para darse la vuelta. O para mirarse al espejo. Hay algo ahí. Hay un rosario de martes dibujados en su espalda.
-Es tarde –dice él mientras apaga la luz.

dilluns, 22 de desembre del 2008

Atrapada (autora: Ángela Romero)

Despertó muy temprano, como siempre. Pulsó el interruptor que había sobre la mesita de noche para encender la luz. Allí había una foto donde estaban ella y dos gatitos que tenía, se veía guapa y pensó: “¡Que diferencia!, como estaba y ahora… Dios mío, ayúdame a salir de esta cárcel, quiero ser como antes, alegre, feliz, jovial y deportiva”.

Abrió la ventana y miró al horizonte, todavía no habían salido los primeros rayos del sol. Decidió sentarse en un sillón que estaba frente a un cuadro que le relajaba y le ayudaba a meditar. Pero aún así, le interrumpía constantemente el problema. Intentaba digerir cómo enfrentarlo y poder salir de la situación que hacía meses padecía alejada del mundo

El fantasma ocupó la casa de Angi y bloqueó su vida. Le robaba la energía de su cuerpo y apenas salía de casa. Cada día conversaba con él.

─ ¿Por qué? -dijo Angi- Cada día cuando me despierto me recuerdas lo mismo. ¿Qué quieres de mí?
─ No me gusta que hables con nadie –dijo el fantasma- quédate en casa. Así yo puedo estar a tu lado; de lo contrario, me encuentro solo.
─ ¿Cómo puedes ser tan egoísta? Mis terapeutas me lo aconsejan. Yo necesito que me toque el Sol, estar con mis amigos y mi familia.
─ Pero ellos te aconsejan mal, te dicen que no te preocupes del problema, que te diviertas y vivas la vida. Entonces…. ¿qué pasa con el acoso que te hace tu jefa en el trabajo? Sí, “el Mobbing” y el vacío de tus compañeros, que miran hacia otro lado y ni siquiera te ayudan ¿Ya no te afecta? Yo te escucho siempre y estoy a tu lado.
─ ¡Claro que me afecta! todo lo que me hacen. Pero ¿Y tú?, ¿Qué haces tú? ¿En qué me ayudas? Ahora ya lo veo. Antes no me daba cuenta. Eres un monstruo y me quieres asustar.

Un día, el fantasma la debilitó tanto que se desmayó. Su cara palideció y permaneció dormida varios días. Durante el letargo tuvo un sueño en el que se le apareció un ángel. Se sobresaltó, pero no despertó en ese momento. Allí estaba el fantasma, vigilándola, con ansia de que abriera los ojos para seguir alimentándose de ella. Él veía que Angi se recuperaba descansando, su cara había recuperado el color rosado y él aún la deseaba más.

El ángel la protegía durante el letargo y habló con ella.
─ Angi, no te asustes, soy tu guardián, siempre estuve a tu lado, pero no me sentías ni oías, decidiste escuchar al fantasma. De ahora en adelante, te enterarás de lo que te pasa y harás lo correcto para liberarte de él. Debo avisarte de algo importante que debes hacer sin vacilar: Cuando despiertes, tienes que marcharte de la casa, sin escuchar lo que te diga el fantasma. Comienza para ti una nueva vida. Sé libre y deja que te sorprenda la vida.

Poco a poco comenzó a abrir los ojos y vio que el fantasma la miraba con ojos fijos y comenzó a hablarle, pero ella solo oía al ángel. Tambaleándose llegó hasta la cocina y tomó un vaso de agua. Decidió subir a la habitación, no sabia si podría llegar, estaba débil, pero el ángel le recordó: “Vete de la casa, vete ya, no cojas nada, no subas a la habitación, ¡vete!”

Quedó unos minutos en suspense pero obedeció, dio media vuelta y cogió las llaves del coche.

A punto de subir al coche, vio que el fantasma estaba en la ventana de su habitación, llorando, se quedaba solo y moriría de inanición. Tenía el visillo de color blanco pálido corrido hacia un lado del tragaluz; Angi pudo ver el cuadro que tanto quería y la ayudó a relajarse, pero no pensó en subir y recogerlo, quizás ya no lo necesitaba y quería adquirir un nuevo paisaje.

Angi se alejaba del portal de la entrada con las llaves del coche en la mano y se giró para hacer un rastreo con la última mirada. El fantasma seguía allí, pero ya era tarde para convencerla. Antes de sentarse en el coche, fijó su mirada en él y le dijo:

-No me das pena, eres un vampiro, vete a tu tumba. Jamás volverás a alimentarte de mi ser.

dimecres, 17 de desembre del 2008

La Carta (autora: Rosa Calvo)

Les golfes sempre li havien agradat, amb aquella foscor misteriosa de parets despullades i humides, les ombres que s’hi dibuixaven, aquella escletxa de llum que tímidament es filtrava per la petita finestra del sostre i el silenci, sobretot el silenci.

Des de petita que hi pujava a amagar.se, allà podia ser ella mateixa sense que ningú li fes retrets per la seva manera de ser o comportar.se.
Com tants altres dies la Joana estava molt enrabiada, una vegada mes pujava al seu estimat refugi, s’amagava per que se sentia humiliada, per que no la veiessin plorar i per fugir de la mirada burleta de la Carlota.

- La Carlota, amb els seus aires de princesa, amb aquella seguretat en si mateixa que la treia de polleguera.

- Ah!!!! Ella era la gran i es pensava que ho sabia tot, sempre tan posada, tan presumida. Tanta perfecció casi li feia fàstic i tot. No la suportava. Sempre que la mirava una bola gruixuda i fibrosa se li posava a l’estómac amenaçant amb fer.la vomitar.

Durant una bona estona els seus sanglots van trencar aquell silenci tremolós. Quan les llàgrimes van començar a fondre’s dels seus ulls, avorrida va mirar al seu voltant repassant aquelles parets mig fosques carregades de ves a saber quins imaginaris secrets .

- Que faré ara?-, es va preguntar mentre mirava amb inquietud al seu voltant. Va agafar el llibre que abandonat a terra semblava reclamar atenció, va llegir el títol: “ Orgullo y Prejuicio”. El va acariciar amb un somriure complagut. ¡¡¡Com li havia agradat!!!
Però ja l’havia acabat l’ultima vegada que va pujar a les golfes.

Sempre que hi pujava llegia i ara no tenia res per llegir, be potser si ballés.... , va donar voltes i voltes fins que va ensopegar amb el vell bagul ple de pols que mai havia mirat, li va costar d’obrir aquella tanca una mica rovellada i resseca, distretament va començar a treure coses, sempre havia pensat que era de la seva mare i que els tresors que amagava eren joguines i disfresses de quant elles eren petites (ho havia vist a les pel•lícules), a mida que hi treia coses s’adonava que el que guardava el vell bagul eren coses molt antigues, nines amb la cara de porcellana, tacetes i platets petits de vius colors bordejats amb or, objectes curiosos que ella no havia vist mai, un rellotge de plata que s’obria i que tenia gravades les lletres J.C., tres caixes de llauna amb fotografies de la seva avia Adela, de la seva mare i d’altre gent que ella no coneixia i cartes, postals i records.

D’entre totes les cartes n’hi va haver una que li va cridar l’atenció, anava dirigida a la seva avia, que no va conèixer, dons va morir abans que ella nasqués, no tenia remitent i estava escrita amb una lletra angulosa i ferma, la va llegir:

Estimada Adela ; T’estranya que et digui estimada ? Imagino que si, però encara que no t’ho pensis, si que t’estimo, sobretot ara que ja he aconseguit esvair la meva rancúnia, sobretot des de que se que la malaltia que et consumeix es mes forta que tu i que no t’en sortiràs, ara que se del cert que t’he vençut. T’he vençut no perquè un dia et prengués a en Josep. Si no perquè se que al fer.ho vaig aconseguir que tu també sentissis rancúnia per a mi, volia que sabessis el que era viure plena de rancúnia, volia que la mateixa ràbia que vaig sentir sempre per tu la sentissis tu per mi, volia que s’et menges per dins, com si fos un cuc que poc a poc et va rosegant les entranyes per pujar.te desprès cap l’estómac fins arribar a la gargamella donant.te aquell regust amarg que no et deixa assaborir res mes. L’última vegada que ens vam veure, quant vam enterrar a la mare, amb en Josep al meu costat, la teva mirada era la que jo volia veure, aquell foc ressentit que a mi em va acompanyar des de petita. I vaig ser feliç i se que aquest es el foc que t’ha consumit i et consumirà fins el moment en que amb un últim alè desapareguis per sempre. Tu, la Adela, la gran Adela, la dels rínxols d’or, alta, espigada, harmoniosa, la bonica, perfecta estudiant, dolça , carinyosa, simpàtica e intel•ligent. I jo qui era jo ?. No vaig tenir tanta sort, perquè, si vas a mirar, es qüestio de sort, hauria pogut ser al revés, no ? Jo era petita, poc afavorida, pigada, patosa, eixuta, massa nerviosa, mal estudiant a qui sempre castigaven, sempre al teu darrera com la teva ombra, sempre escoltant les maleïdes comparacions. Totes les alabances eren per a tu, per mi..…..les escorrialles. Tu potser no ho saps, però com mes brillaves tu, mes fosca em tornava jo, si alguna vegada, t’hagissis dignat mirar.me, mirar.me de veritat hauries vist que era el s’em menjava per dins. T’hauries adonat que tu em feies dolenta. I tu sempre superior, sempre tibada i orgullosa, sempre en el teu lloc. Lluny de mi. I de grans, amb els teus vestits que la mare cosia per a tu i que quant ja no volies eren per a mi. Recordes tota la col•lecció de nois que t’anaven al darrera? Recordes que jo sempre estava sola en un racó? Saps com vaig aconseguir pendret a en Josep? Amb ràbia, la ràbia va fer el miracle, ella em va fer atractiva, ella em va fer ser llesta e interessant, i no creguis que l’estimava jo al teu marit, no, però si sabia com l’estimaves tu. Durant anys fent l’amor amb ell només m’he pogut sentir satisfeta quant pensava en com m’estaries odiant. I així la meva rancúnia es diluïa en la teva. No vaig tenir fills, però mai ho he lamentat, al contrari, si n’hagués tingut no hauria pogut suportar que s’assemblessin ni una mica a tu o a la filla que tu vas tenir amb en Josep. I quant vaig saber la malaltia que tenies, i que no passaries dels cinquanta la mica de rancúnia que em pogués quedar s’ha diluït del tot. I he guanyat, he jugat les meves cartes i de ser una perdedora, he passat a ser qui ha guanyat. Per això ara et puc dir que t’estimo. Fins mai, germana.
Regina.

Tot i que era un dia de principis de Juny i a les golfes hi feia calor, la Joana va tenir fred, una esgarrifança la va fer tremolar lleugerament.

Lentament amb les mans tremoloses va aplegar la carta, la va tornar al bagul junt amb totes les coses que tenia escampades per terra, el va tancar i es va quedar allà agenollada mirant.se’l com si ell tingues totes les respostes.

De sobte, d’un salt es va posar dreta, li havien agafat unes ganes boges d’abraçar la Carlota.
Les llàgrimes eren ja un record, la humiliació era ara com un fluix de cotó que la feia flotar.
Com una esperitada va sortir de les golfes cridant

-Carlota, Carlota!!!! On ets ? Carlotaaaaa!!!!!

La Carlota estava al rebedor amb en Ricard, a punt de sortir.
En Ricard, amic de l’infància sovint estava aprop la Carlota, s’estimaven, la Carlota estava boja per ell i li molestava profundament que la Joana se li acostes, no li agradava que en Ricard li rigués totes les gràcies, no ho entenia, ella no li veia cap gracia a la seva germana.

-Estic aquí, que vols ?- va cridar fastiguejada.

La Joana que baixava tota esbojarrada va ensopegar i va estar a punt de caure just davant d’ells.
En Ricard va mossegar.se el llavi per dissimular la seva simpatia, la Carlota s’en va adonar i amb despit va mirar la seva germana, amb aire de superioritat, amb una veu glaçada li va dir:

-Quan deixaràs de comportar-te com una criatura poca-solta, ja tens disset anys, et semblen be les teves pallassades ?

La Joana es va aturar en sec, la dolça mirada dels seus ulls es va fer amarga, els braços estesos van caure al llarg del seu cos. No la va abraçar, palplantada allà davant de la seva germana va deixar anar una estranya salvatge rialla que va omplir de misteri tots els racons.

dimarts, 16 de desembre del 2008

Venècia (autora: Rosa Subirachs)

Era l’estiu dels meus 28 anys. Tenia dues opcions a l’agost: o quedar-me a Barcelona amb la meva parella que no feia vacances, o bé fugir de la xafogor i l’avorriment.

Vaig triar un viatge organitzat durant 12 dies en autocar per tota Itàlia.

Hi anava sola. En Román no es va estar de dir-me: “compte amb els italians que són molt lligons, a veure si tornes amb algun macarroni” . Tranquil, –l’hi vaig respondre- estic enamorada de tu. Tot i que per dins no vaig poder evitar de somriure imaginant-me la situació.

L’autocar estava ple de gent jove: algunes parelles i moltes noies( soles o amb amigues), de seguida hi va haver connexió entre la gent desaparellada, de manera que durant tot el viatge ,depenent de les circumstàncies, ens ajuntàvem un grup més o menys nombrós de dones.

Jo era de les que no es perdia res; a la nit, mentre la majoria descansaven del tràfec del dia, sempre buscava o convencia algú amb qui sortir.

Un vespre a Florència, anàvem tres noies i se’ns van acostar dos italians, un d’ells: el Giorgio va ser el meu festejador: vam passejar, menjar gelat i sobretot vam riure molt. La nit florentina traspuava una energia especial. Va ser una nit màgica, però que es va acabar allà al Ponte Vecchio.

A l’hora d’anar a dormir, no podia aclucar l’ull: estava tan cansada que m’era impossible relaxar-me mínimament per a agafar el son. Així nit rere nit...

Per fi vam arribar a la somiada Venècia, quan al matí, però, vaig trepitjar la Piazza de San Marco: era com un formiguer : una multitud, una massa anònima formada per turistes d’arreu del món barrejada entre la calitja, el soroll i la suor. Ens passàrem moltes estones fent tedioses cues per visitar monuments. Vaig tenir ganes de fugir; estava decebuda:on era la Venècia de les pel·lícules? On era el romanticisme de la ciutat?

La tarda va estar encarada a intentar fer-nos comprar i comprar. Al vespre va tocar la típica i caríssima passejada nocturna en góndola amb cants dels gondolieri inclosos: ja m’havia resignat a ser una turista més i ballar el ball que tocava: ja posats...

Una altra nit sense dormir:! El meu estat de cansament i excitació començava a ser preocupant.

L’endemà, després de Murano, la cosa va començar a millorar, vam tenir la tarda lliure ;llavors em vaig ajuntar amb quatre noies més per passejar i sortir del nucli de la plaça; parlàvem català, és clar, quan dos xicots ben eixerits ens van dir pel carrer:“ nosaltres som Terrassa i vosaltres?”

Després d’uns minuts de presentacions, vam quedar per al vespre, un d’ells era guia i ens ensenyaria “l’altra Venècia”, començaríem per un lloc on servien formatge i vi i després ens durien a sopar a un restaurant poc conegut..

Així va ser, vam començar pel formatge i el vi que es van anar repetint tres o quatres rondes, ja que tothom volia convidar-ne a una.

A partir d’aquell moment, tot passejant per la Venècia dels venecians, vaig començar a relaxar-me, sentia que per fi trobava la meva Venècia; l’alquímia de la nit i el vi anaven fent la resta...

Després d’una bona estona passejant per carrers semideserts arribàrem a una petita placeta , tranquil·la, coquetona, amb un gran arbre...

El restaurant ocupava gran part d’aquest espai; a fora hi sopaven ,plàcidament uns quants venecians; les tauletes tenien flors i les estovalles i els tovallons eren roses. A més, hi havia llocs lliures: tot un luxe!

Ja asseguda, vaig començar a sentir-me sola, sense qui compartir aquells instants. Els nois de Terrassa dedicaven les seves atencions cap a dues de les meves companyes.

Per fi vaig pensar en el Román. Per què no era allà en aquells moments? Per què havia d’estar sopant en un restaurant amb estovalles roses i flors, sense ningú que m’agafés la mà i em mirés tendrament als ulls?

Una barreja d’emocions boniques i tristes em van envair i vaig començar a plorar i plorar: no tenia aturador; els clients i els cambrers em miraven sense dir res, el guia terrassenc, volia fer- de cavaller salvador, em tocava les espatlles i em preguntava contínuament que què em passava, ell mateix feia conjetures, però jo era incapaç de respondre, fins que la meva companya d’habitació l’hi va dir que em deixés estar, que no m’atabalés més. Així vaig poder continuar descarregant, sols trobava a faltar unes ulleres de sol per ocultar-m’hi i estar del tot tranquil·la, però era el vespre i no en duia a la bossa.

Vam sopar esplèndidament, ningú no em va dir res més sobre el meu riu de llàgrimes que gairebé haurien pogut engrossir el cabal dels canals, sols quan marxàvem vaig sentir un: “pobre ragazza” d’un client que em mirava compadit.

Després, ja a l’hotel vaig trucar al Román i li vaig explicar tot el succeït.

Aquella nit vaig dormir com un angelet.

A partir d’aquell moment del viatge i ja de camí de tornada, estava relaxada, serena, més lúcida que mai. A l’autocar pensava i pensava, reflexionava sobre mi, sobre, la meva relació de parella, sobre l’amor, sobre l’enamorament... Venècia, la verdadera, més enllà dels tòpics, m’havia provocat un efecte més profund del que havia cregut al principi. Em trobava embriagada de sensacions plaents, com Goethe, estava contenta, feliç, amb una felicitat serena, lúcida: em sentia plena de mi mateixa. Tant que... era capaç de mirar la me la vida com un documental, de relativitzar i objectivar les coses que a Barcelona no havia estat capaç de fer.

En Román, a la tornada, m’esperava amb un ram de flors. A casa,després d’unes quantes anècdotes, li vaig dir: - Demà mateix començo a buscar-me un altre pis: me’n vaig!

Ell, mirant-me de fit a fit va exclamar: - Estàs de broma no?

-No, no ho estic – i li vaig aguantar la mirada.

Se li va dibuixar un somriure irònic: -Ah! Que t’ha entabanat un italià? Com has pogut caure en les astúcies d'aquests xerraires...?

-No, no hi ha cap italià ni cap altre home -cada cop parlava més segura de mi mateixa-.

En Román va esclatar a cridar: - Ets una hipòcrita, una mentidera! No deies que estaves enamorada de mi? I tot el xou de Venècia què? Una comèdia?

-No! no era cap comèdia, ni tampoc cap mentida, però allà va sorgir l’escletxa de claror que després poc a poc i durant el viatge de tornada he anat elaborant fins que he vist la llum; i ara ho tinc ben clar.

-El què? Que estàs com un llum?

( No li vaig respondre a la provocació)

- Sigui com sigui a partir de Venècia vaig començar a pensar, a reflexionar i em vaig adonar que sí, que estava enamorada i molt, però no de tu... sinó de l’amor.

La caja (autora: Marta Padilla)

Hace dos días fue mi cumpleaños. 90 años, todo un acontecimiento. Mis hijos, nietos y bisnietos se reunieron en la habitación del hogar de ancianos, acompañados de igual número de regalos. Pero sólo uno consiguió realmente llamar mi atención: Una pequeña caja de zinc que me regaló uno de mis pequeños bisnietos.
- Para que guardes tus tesoros – me dijo con ojos limpios y sonrisa cómplice.
Él no lo sospechaba, pero al coger esa caja en mis manos volví a esos años de juventud que tanto tiempo había luchado por enterrar en mi memoria.

En 1941 el destino todavía no nos era adverso. Por aquel entonces habíamos llegado muy cerca de Moscú y Leningrado estaba punto de caer. La lucha en Rusia parecía decantarse a nuestro favor, pese a que la invasión no era tan fácil como en Polonia o Checoslovaquia.

Yo estaba destinado en el flanco sur del frente oriental, en un regimiento de caballería. Todavía no estaba cansado. El agotamiento por la guerra, por los compañeros muertos, por todo y por nada, llegó mucho después.
Se acercaba el invierno que lo cambiaría todo, pero nosotros aún no lo sabíamos. A finales de verano las cosas marchaban bien en el flanco norte, y Leningrado no aguantaría mucho más; así que no había de qué preocuparse. También nuestros mandos parecían pasearse con la misma confianza de siempre. Aquellos que detestábamos hacían alarde de su arrogancia, y aquellos que admirábamos nos regalaban su galantería y generosidad. Pasábamos los días combatiendo a los rusos y avanzando lentamente; las noches, bromeando y conversando entre amigos. De esa época vivida a trompicones, como nuestras ofensivas, son esas charlas lo que recuerdo con más viveza. Casi con ternura. Más adelante imágenes más terribles quedarían grabadas en mi mente. Pero esos otros recuerdos son como balas que se alojan dentro de ti y te desgarran. No las ves venir ni quieres recordarlas.

Había en mi grupo más cercano un chico joven, Karl, que solía bromear sobre una novia que tuvo antes de la guerra. La chica era oriunda de la región en la que combatíamos, y hablábamos de ello en son de chanza. De hecho, repetíamos las mismas bromas noche tras noche, como si fuera un rito. Primero pasábamos lista a los heridos o caídos en combate, manteniendo por unos segundos un silencio pesado e incómodo. Después aligerábamos nuestras almas con trivialidades que conocíamos al dedillo: La antigua novia de Karl o el misterio de la caja. Ah, el misterio de la caja. Era nuestra conversación favorita, hasta el punto que llegó a convertirse en una auténtica leyenda de nuestro regimiento.

Yo me inicié en el misterio al poco de llegar al frente, una noche muy fría en la que estábamos todos exhaustos. Acabamos de salir de Rshevo, o más bien de lo que quedaba de ella. Los rusos la habían tomado y nos habíamos visto obligados a retroceder. Un compañero me preguntó si me había fijado en la enorme caja de mapas del edecán. Una caja alargada recubierta de zinc, un objeto más del equipamiento militar que rodeaba a los oficiales. Evidentemente no era algo a lo que hubiese prestado atención.
- No sabemos lo que contiene – me dijo mi compañero -. Está sellada.
- No es una caja de mapas. Es un ataúd – sentenció otro.

La caja pertenecía a Gunter, el edecán del mariscal. Gunter era un hombre joven todavía, de nariz aristocrática y genealogía alargada y rimbombante. Sabíamos que sus hermanos también servían de oficiales. De hecho, su hermano mayor había llegado a general. Como seguramente todos ellos, Gunter exhumaba la confianza de aquél al que se le ha educado para mandar. Y, lo que era aun más extraño en esos tiempos, una dignidad propia de un corazón noble. Era el arquetipo del antiguo militar prusiano, muy diferente a las nuevas hornadas de oficiales con carné del partido. Por eso nos gustaba.
Nadie sabía con certeza qué había en la caja. Hans, un chico extrovertido y algo fanfarrón, nos contó que Gunter había desenterrado los restos de su hermano más joven, muerto durante los primeros combates: con la ayuda de un ordenanza, había metido los restos en la caja y la había sellado. Le pregunté a Hans a qué ordenanza se refería, pero mi compañero tan sólo se encogió de hombros.
- No lo sé, es tan sólo una historia que se cuenta.
- ¿Y porqué carajo desenterraría Gunter a su hermano? – preguntó otro.
Hans cambió su expresión, que se tornó seria.
- Cuando la guerra empezó, sus hermanos y él hicieron un pacto. Si alguno de ellos moría, los demás se encargarían de que fuese enterrado en suelo alemán.
Oí gruñidos de aprobación, pero también tímidas protestas.
- No se puede cavar en la tierra helada. Hay que fundirla, rociándola con combustible. Tu historia es pura basura, Hans – dijo alguien alentado por el poco alcohol del que disponíamos para quitarnos el frío que nos calaba los huesos.

Después de esa noche, imaginé muchas veces la escena que Hans había descrito. Pronto fui yo el encargado de contarla a las nuevas levas. Solemnemente describía cómo Gunter y su ordenanza llevaban a cabo su siniestra misión entre tumbas de jóvenes soldados alemanes. Tumbas que salpicaban un campo santo donde hasta entonces se habían enterrado a campesinos rusos. Casi podía sentir que lo había vivido. O quizás, después de repetir la historia una y mil veces, llegué a punto donde no podía discernir qué era fábula y qué realidad. En la guerra, los recuerdos se desdibujan, lo colectivo se torna individual, y lo individual, colectivo.

Cada noche alguno de nosotros añadía a la leyenda alguna anécdota o algún detalle. Uno decía que había visto a Gunter santiguarse delante de la caja, otro que la habían abierto y que tan sólo contenía mapas del frente. Lo único cierto era que la caja viajaba allá donde Gunter estuviese. En su tienda o en algún improvisado centro de mando.

Pasaron las semanas y los meses. El invierno llegó y se hizo fuerte. No teníamos equipamiento adecuado y los partisanos cortaban las líneas de comunicación, limitando nuestro abastecimiento. Empezaron a caer nuestros compañeros y no podíamos alimentar a las columnas de rusos que capturábamos. Cuando alguno de esos diablos caía, algún oficial disparaba sobre él para evitar tener que alimentarlo. Nuestra vista se nublaba, nuestro ánimo decaía y nuestras fuerzas mermaban.
Las noches eran especialmente terribles. Aprendimos a temer al frío indescriptible más que a los rusos. Y eso que esas gentes, de mirada implacable, preferían quemar sus pueblos antes de dejarnos algo que pudiésemos aprovechar. En esas gélidas noches seguíamos comentando el misterioso contenido de la caja. Nos servía para crear una atmósfera de misterio con los novatos, o para distraerlos, que buena falta hacía. Incluso, cuando conseguíamos encontrar los ánimos para hacerlo, nos servía para asustarlos presentando a nuestro querido Gunter como una especie de adorador del diablo. Quedaban pocos del grupo que me había contado la historia por primera vez. Hans había muerto con los primeros fríos. Y los que aún estábamos allí sabíamos que todo servía para pasar otro día en el frente.

El tiempo se desdibujó, a la par que nuestro ejército. A medida que pasaban los meses, las ofensivas se tornaban en retiradas. Las noticias no eran halagüeñas. Pero para nosotros, lo peor había pasado ya. Nada podía ser peor al hambre y al frío de ese maldito 1942. La caja era ya un miembro más del regimiento; un secreto compartido que nos unía a Gunter, ahora nuestro comandante, y que nos hacía sentirnos cercanos a él y a un orgullo que luchábamos para no olvidar. Hasta que, a finales de 1944, una bala acabó con él. Durante los últimos coletazos de nuestra retirada. Gunter se había mantenido firme hasta el final, y no faltó quien comentó que la muerte había sido un premio a su rectitud. Al fin y al cabo, ¿qué podía aguardarle a Gunter y a tantos como él una vez el ejército rojo entrase en Berlín? También nosotros temíamos lo que nos esperaba.

Con la muerte de Gunter, los ánimos del regimiento se ensombrecieron aún más. Eran muchos los que morían cada día, pero con él no sólo perdimos a un buen oficial, sino que nos resignamos a no esclarecer nunca el misterio de la caja.

A los dos días de la muerte de Gunter llegó su hermano. Era algo inusual en el clima de caos; más en esos tiempos en los que ningún general estaba a salvo de la furia del Führer. Todos nos las apañamos para poder verlo. Y vimos que el hermano de Gunter se parecía a nuestro querido comandante: tenía el mismo porte regio, el caminar firme y la mirada noble. Acostumbrados a los advenedizos de saludo en alto, supongo que nos sirvió de consuelo saber que en el estado mayor aún quedaba algún oficial de la antigua guardia.

Más tarde, cuando el general partió, alguien hizo notar que no sólo se llevaba los restos de su hermano. Tras santiguarse, el general también se llevó la caja de zinc.

dilluns, 15 de desembre del 2008

El vent (autor: Jordi Canal)

Ara ja fa molts anys que el mas de Can Jofre està deshabitat. Ningú hi ha tornat a entrar des de la mort de la vídua Jofre. Hi ha qui assegura que la seva ànima en pena encara recorre el celler del mas, on la van trobar morta. Quan bufa el vent i vincla els arbres que voregen la finca, se sent un udol llastimós que posa la pell de gallina. Els estrangers diuen que simplement es tracta de la remor de les branques i el xiular de l’oratge entre les fulles i entre les parets ara buides i les finestres sense vidres. Però si parleu amb la gent del poble, que coneix la història, us diran que són els tristos laments de la vídua Jofre.

El marit de la vídua i hereu del ric mas havia mort pocs anys després de casar-se. Havia deixat a la seva aleshores jove vídua una gran fortuna, provinent de les grans vinyes que el mas tenia. Les males llengües deien que aquella fortuna encara hi era, en algun lloc amagat entre les parets gruixudes del mas. Els qui coneixen la història saben que aquella riquesa fa temps que es va fondre. La mort del marit va afectar tant la vídua, sense família ni amics, que es va recloure dins d’ella mateixa. Abandonà la cura dels camps. Les extenses vinyes es convertiren en cúmuls de ceps morts, deformats, sense fulles, amb els troncs encarats al cel com esquelets sorgint d’una tomba sorrenca. Les males herbes proliferaren per tot arreu, com cabells encrespats d’una cabellera que no es pentina. El gran i antic mas va patir el mateix pas del temps i la mateixa indiferència. Les parets s’escrostonaven, els vidres que els embats del vent trencava no es reparaven, les frontisses xerricaven al compàs de l’aire i l’ampla era davant la portalada s’omplí de fulles seques, que el vent acumulava contra les parets centenàries.

La vídua patí les mateixes conseqüències d’aquell abandonament i es reclogué dins el mas. Els primers anys després de morir el marit, la dona va sortir molt poc de la gran casa. Els últims anys, no sortia mai. Diuen que el vent d’aquella regió té aquest efecte sobre els nouvinguts. La vídua havia nascut en una zona de mar, on la brisa tranquil•la dels vespres d’estiu era el vent més fort que havia conegut mai. I possiblement no s’acostumaria mai a aquell oratge ferotge que batia les parets del mas gairebé cada dia. Cada xiulet, cada remor, cada murmuri que el vent portava, la feien estremir, com si el vent estigués bufant sobre ella maldant d’arrencar-li la raó.
Maleïa el seu marit mort per haver-la portat a aquell lloc. El maleïa per haver-se mort i haver-la abandonada. I es maleïa a si mateixa per no atrevir-se a marxar i buscar un altre indret. De diners no li faltaven, però després de la mort del seu marit, es digué que no podia confiar en ningú més. Havia confiat cegament en ell i ell l’havia acabat traint. S’havia deixat matar per aquell arbre que li havia caigut a sobre mentre el tallava amb la destral. Era l’arbre que, segons ella, xiulava més amb el vent i no la deixava dormir. L’arbre era prop de la casa i el vent podia acabar llençant-lo contra les parets, i l’Enric Jofre havia decidit que era millor tirar-lo a terra. Però després que arbre i marit desapareguessin, el soroll del xiulet del vent encara se sentia, ja fos en els altres arbres o en l’edifici mateix.

La vídua trobà consol únicament en els seus gats, una colònia de divuit felins que havien anat naixent els uns dels altres a partir d’una vella femella tricolor. Tot el dia la vella vídua era envoltada pels seus gats, que jugaven, lluitaven, dormien, menjaven, defecaven i s’aparellaven dins la casa. La forta olor felina no semblava molestar la dona, que s’havia anat tornant quasi tan salvatge com els seus gats. L’espessa i llarga cabellera grisa semblava una escarola despentinada; la cara, blanca per la falta de color, era arrugada com la pell d’una pansa; el color negre del vestit llarg de dol amagava moltes de les taques de brutícia, però alguns talls, algunes esgarrinxades no sargides i alguns trossos caiguts de tela evidenciaven la poca cura d’un vestit que mai no es canviava. La dona feia pudor humana i gatona, i ella no ho sabia. Ni li importava.

Només tenia contacte amb un altre ésser humà, i aquest era el masover del mas veí, que se n’havia compadit i la visitava un cop per setmana després de passar pel mercat del poble, on comprava menjar per a la vídua i els seus gats. Ell duia el mejar fins a la porta, on trobava unes monedes d’or per a pagar-li els queviures. Deixava el menjar al costat de la porta, recollia les monedes i marxava. Feia anys que no havia vist a la vídua Jofre, però sabia que dins el mas hi havia algú perquè a la següent setmana quan hi tornava, el menjar ja no hi era i hi havia unes monedes al seu lloc per a tornar-hi a deixar el nou menjar. Però tot i que duia fent això des de feia molts anys, últimament les monedes començaven a mancar i no eren de tan valor. El masover no era ric, i el dia que faltaren quatre monedes, va quedar-se rera la porta i parlà a la vídua. “Mestressa, amb el que em vau pagar l’últim dia, amb prou feines us he pogut comprar menjar per a vós. Per als gats, no podeu comprar ja aliment i només he trobat una sardina. Us heu d’alliberar del gats”. La dona el sentí portes endins, contemplà les últimes monedes d’or que tenia a la mà, i no digué res. S’estimava els seus gats, però eren ja una càrrega que no podia continuar mantenint.

Quan el masover se n’hagué anat al cap d’una estona d’intentar obtenir resposta i s’acomiadà fins a la setmana següent, la vella obrí la porta, agafà el menjar i desempaquetà els queviures embolicats en paper de diari. Hi havia verdures, ous i una mica de pollastre per a ella. Per als gats, l’única sardina.

La vídua es mirà els divuit gats, que ja feia dies que no menjaven gaire, es mirà la miserable sardina, i els digué: Demà us mataré. Guardà la sardina en un calaix i s’assegué a terra entre els seus gats. Les hores d’aquella tarda passaren lentament mentre la dona maquinava la millor manera de matar els seus gats estimats. No pogué dormir en tota la nit. El vent xiulà entre les branques dels dos xiprers despentinats que creixien al costat de l’era i les frontisses dels porticons que el vent movia tremolaven amb un soroll oxidat que recordava a la vella un miol queixós.

La idea li vingué a trenc d’alba. S’aixecà del sofà on solia reposar a les nits, del tot vestida. Es mirà els seus gats i els digué: Avui us mataré. S’arribà al calaix on la tarda anterior havia guardat la sardina i se la guardà a la butxaca. S’apropà a un altre calaix, en tragué una espelmatòria, amb un tros d’espelma petit i recremat, cercà un llumí vora la llar de foc i encengué l’espelma. Regirà entre les butxaques del vell vestit negre fins que en tragué una grossa clau antiga, rovellada i pesant. Es mirà els gats que la seguien per tota la casa i els digué: Ara us mataré.

Obriria la grossa porta de plafons de roure massís que tancava l’accés al celler, excavat al terra, on s’hi havia guardat el vi en grosses bótes. Allà faria baixar els gats per les escales de pedra, il•luminant-se amb l’espelma. Tancaria la porta rere ells, per tal que cap no pogués escapar-se d’aquella habitació sense finestres. Els reuniria tots al costat de les bótes del fons, deixaria la sardina al terra i mentre els gats lluitaven per a apoderar-se’n, ella pujaria les escales, obriria la porta i sortiria del celler, tancant-lo amb clau perquè els gats morissin de gana.

Ara us mataré.

Obrí la porta. Deixà passar els gats i quan els divuit felins van haver entrat, ella tancà la porta amb clau i començà a baixar l’escala. La llum dèbil de l’espelma la va enganyar. Un fals pas va desequilibrar-la i s’entrebancà. Va caure al fons de les escales. Quan se li trencaren els fràgils ossos de les cames, l’espetec va ressonar per tot el celler. L’espelma saltà de l’espelmatòria, anà a topar contra una paret i s’apagà. Mentre la vídua cridava de dolor, la foscor va apoderar-se del celler. El dolor de la vídua era tan gran que acabà desmaiant-se. Quan es despertà al cap d’una estona, no sabé si era de nit o de dia. Només sentí la remor de les passes dels gats al seu voltant, i algun miol ocasional. Es palpà les butxaques amb les mans nuoses i primes com els ceps morts dels solitaris camps del voltant. La sardina ja no hi era. Els gats l’havien agafat. El dolor a les cames era tan intens que tornà a desmaiar-se. La despertà de nou el volum creixent dels miols dels gats, que cridaven de gana. No sabia quant de temps havia estat inconscient, però per sota de la porta dalt les escales de pedra es filtrava ara una mica de llum. Devia ser de dia. El sol devia estar banyant les velles parets del mas. El vent segur que seguia bufant i xiulava a les branques i a la teulada. Al celler, no se sentia el vent. Però aquells miols insistents, penetrants, eixordidors, eren molt pitjors que el vent. Amb la poca llum que arribava pogué veure uns quants ulls brillants, grocs, reflectants,... Famolencs... Ulls de caçadors.

Ara em matareu.

S’adormí de nou i no tornà a despertar-se.

Acabat el curs, és hora de començar-ne un altre...

Avui s'ha acabat el VIè Taller de Literatura que Àmbit Cultural de El Corte Inglés ha estat patrocinant al llarg de 8 sessions. Conduïts per les hàbils lliçons de la Mercedes Abad, hem aprofundit una mica més en allò que ens apassiona: escriure.

El curs ha estat massa curt. Hem après força, però encara podem aprendre més. I amb la voluntat de reforçar aquest aprenentatge llencem aquest blog, amb la idea que pugui aglutinar tot allò que els alumnes del curs vulguem escriure-hi, esperant comentaris crítics dels nostres companys escriptors, per a millorar i aprendre dels errors i dels èxits.

Seguirem llegint, seguirem comentant i, sobretot, seguirem escrivint.

El curs no acaba aquí...